sigue el invierno
La noche invisible debate conmigo:
El dogma, roca eterna, gastada de mar en lo que fue,
proclama su verdad, sin un solo "quizá", "tal vez".No admite opinión...es dictatorial.
Sus mandatos de hierro, sin fisura ni vaivén,
"Así debe ser todo, si quieres estar bien".
Condena la pregunta, sofoca la inquietud,
un monolito antiguo en su grave actitud.
Pero surge el extraño rebelde atado, con un baile sin porqué,y no me gusta bailar, prefiero mirar...
una flor en el asfalto, un "quiero" y "por qué no sé".
Se ríe del camino, del sendero ya trazado,
prefiere lo inesperado, lo prohibido, lo vedado.
Sin lógica que lo ate, sin un plan a seguir,
solo la pura gana de sentir y de vivir.
Y en medio de ese duelo, de lo que debe y lo que es,
se alza la contradicción, con su doble faz, sus pies...
pisando sendas opuestas, sin hallar un final.
"Lo creo y no lo creo", un vaivén mental.
El dogma exige un credo, el capricho rebelde un volar,
y la contradicción, un sinuoso dudar.
Afirma el dogma: "Blanco", con voz fuerte y segura.
El capricho responde: "Negro", sin sombra de amargura.
Y la contradicción, entre risas y un lamento,
dice: "Es blanco y es negro, en un mismo momento".
Porque la verdad única se diluye y se expande,
cuando el querer se cruza con lo que el dogma mande.
Así danzan los tres, en un ciclo sin fin,
el dogma que encadena, el capricho rebelde que es motín.
Y la contradicción, el puente y la barrera,
entre lo que se impone y lo que el alma espera...o desea.
Un eco en la conciencia, un susurro sin paz,
que en cada elección revela su dualidad en una discusión de tres donde te envío las buenas noches,y me alejo de los reproches.
Merece un libro,ser leído y masivo.
ResponderEliminarSoy uruguaya de Estados Unidos.Siempre me acompaña lo que escribes.