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luz


En un lugar donde habito conviven la velas y los fosforitos.
Y entonces se me ocurrió contar un cuentito donde cada uno interactúe...
un rincón olvidado de un viejo cuartito, donde el polvo danzaba con los últimos rayos de sol que se filtraban por una rendija, vivían una Vela en particular que nunca había sido encendida,por ser un poco presumida,orgullosa pero en verdad tenía temor a derretise por un pequeño y humilde Fósforo. La Vela soñaba con iluminar el mundo, con disipar las sombras y con ser un faro de esperanza. El Fósforo, en cambio, se sentía insignificante, una herramienta de un solo uso destinada a una fugaz existencia.
Un día, una anciana de manos temblorosas entró al ático, buscando algo que le diera luz en la oscuridad de una noche sin luna. Sus ojos, ya cansados por los años, se posaron en la Vela. La tomó con suavidad, pero luego susurró con desánimo: "De qué sirve una vela si no hay fuego para encenderla". Y fue entonces cuando el Fósforo escondido en una cajita junto a sus hermanos de palo y cabeza roja, con una valentía que no sabía que poseía, habló...
"¡Yo puedo ayudar!", exclamó con su voz de magia y apagones, apenas un susurro en la inmensidad del ático.
La Vela, sorprendida, miró al Fósforo. "¿Tú? Eres tan pequeño, tan frágil. ¿Cómo podrías encenderme a mí, que soy tan grande?".
La anciana no daba crédito a lo que sucedía.
El Fósforo, a pesar de su miedo, respondió con una convicción que emanaba de lo más profundo de su ser. "Yo tengo Fe. Fe en que mi chispa, por pequeña que sea, puede desatar tu luz. Fe en que juntos podemos hacer una diferencia".
La anciana, intrigada por la conversación que parecía venir de la nada, escuchó atentamente. Tomó el Fósforo y lo frotó con delicadeza contra la caja. Hubo un instante de tensión, un suspiro contenido en el aire, y luego, con un ¡crack!, un crujido...una pequeña y vibrante llama naranja brotó de la punta del Fósforo.
La Vela contuvo el aliento. Nunca había visto algo tan brillante, tan lleno de energía. El Fósforo, ardiendo con todo su ser, se acercó a la mecha de la Vela. En ese contacto efímero, la llama del Fósforo saltó a la mecha, y en un instante, la Vela cobró vida. Una luz cálida y constante comenzó a expandirse por el ático, ahuyentando las sombras y revelando los tesoros escondidos entre el polvo.
El Fósforo, habiendo cumplido su propósito, se consumió lentamente, su luz menguando hasta desaparecer. Pero no hubo tristeza en su final. En su último destello, una sensación de plenitud lo invadió, sabiendo que su pequeña chispa había encendido algo mucho más grande y duradero.
La Vela, ahora radiante, iluminaba el camino de la anciana, que sonreía con gratitud. La luz no solo disipaba la oscuridad física, sino también la penumbra en el corazón de la anciana.
Desde entonces, la Vela brilló con más fuerza, llevando su luz a donde fuera necesaria. Y cada vez que alguien la veía, recordaba la historia del pequeño Fósforo, cuya inquebrantable Fe había encendido la llama de la esperanza...que no es lo mismo que falso consuelo.Porque la Fe, como la chispa de un fósforo, puede parecer insignificante, pero tiene el poder de encender las más grandes luces y de cambiar el mundo, una llama a la vez...
provocan el mayor de los incendios que solo un agua pura podrá apagar para transformar cualquier realidad.Y mientras lo escribí y lo leo estoy frente a la llama...

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