el camping
Llegaron temprano al Campamento en un lugar que no he de nombrar con el entusiasmo palpable de la aventura. Risas y bromas resonaban mientras montaban sus carpas e iglúes ajenos a las historias que los lugareños susurraban sobre el lugar. Decían que un antiguo guardián del bosque, furioso por la profanación de su hogar, vagaba por los senderos al caer la noche, buscando almas incautas...eran de un club de barrio estos jóvenes que ganaron este paseo.
La primera noche transcurrió en relativa calma, solo interrumpida por los crujidos de las ramas y el ulular lejano de un búho. Pero a medida que los días se acortaban y las sombras se alargaban, una atmósfera inquietante comenzó a envolver el campamento. Objetos desaparecían para luego reaparecer en lugares insólitos, susurros indistintos parecían flotar en el aire y una sensación constante de ser observados erizaba la piel de los campistas...algo apagaba el fuego y lo volvía a encender,como si fuera una mano y su encendedor.
Una noche, mientras estaban reunidos alrededor de la fogata, la figura de un hombre y demacrado apareció entre los árboles. Sus ojos brillaban con una luz espectral y un silencio sepulcral cayó sobre el grupo. Antes de que pudieran reaccionar, la figura se desvaneció en la oscuridad, dejando tras de sí un frío que calaba hasta los huesos.
El pánico comenzó a sembrarse entre ellos. Uno a uno, los amigos desaparecieron de sus tiendas,carpas e iglúes durante la noche, sin dejar rastro alguno. Los que quedaban se acurrucaban juntos, aterrados, escuchando los pasos lentos y pesados que ahora rondaban el perímetro del campamento.
El último superviviente, un joven llamado Mauricio decidió enfrentar lo que fuera que los acechaba. Armado con una linterna tembloroso y una cuchilla que todavía tenía olor a la carne del asadito, se adentró en el bosque oscuro. Los árboles parecían retorcerse como manos esqueléticas y las sombras danzaban a su alrededor. De repente, escuchó un lamento desgarrador que lo guio hasta un claro.
Allí, bajo la luz pálida de la luna, vio al espectro del guardián. Su rostro reflejaba una tristeza infinita y sus ojos brillaban con lágrimas de rocío. Éste muchacho cuyo nombre ya mencioné, en lugar de huir, sintió una punzada de compasión. Se acercó lentamente y le habló con voz suave, reconociendo su dolor por la pérdida de su hogar.
El espectro escuchó en silencio y, por primera vez, su expresión se suavizó. Lentamente, extendió una mano etérea hacia él, no en amenaza, sino en un gesto de paz. En ese instante, los susurros cesaron, el frío desapareció y una sensación de calma inundó el bosque... los jóvenes desaparecidos regresaron, confundidos pero a salvo.El tiempo se detuvo y aceleró a tal punto que la luna se volvió sol.
Al amanecer, el Campamento revuelto ya no se sentía embrujado. La tristeza del guardián había encontrado consuelo en la comprensión de quién fue a enfrentar la situación, y la paz había regresado al bosque. Los gurises aunque marcados por el terror vivido, se marcharon con una lección imborrable: a veces, los fantasmas solo buscan ser escuchados.
Pero nunca más acamparon solo alquilaban hoteles...buscando precios económicos.
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