cementerio con c
Un viejo librero en una clausurada biblioteca fantasmal conocía de principios herméticos,y tenía dos claras facetas:ser introvertido y extrovertido a la vez,acomodaba con lentitud los lomos polvorientos de sus libros...y charlaba con ellos con la convicción de ser oido.La tarde caía y el silencio de su pequeña imaginación solo era roto por el crujir de las páginas al ser devueltas a su sitio. De repente, una voz aguda y temblorosa lo sacó de su letargo.
Fue una vocal que con su forma piramidal y con la que comienza el abecedario exclamó_ "creo que es hora de que hablemos."
El librero sonrió. No era la primera vez que sus letras cobraban vida. Las había oído susurrar, quejarse, incluso reír entre ellas.
"¿Qué te aflige, pequeña?, preguntó con gentileza.
"No es solo a mí", y con un tono de cansancio. "Es a todas nosotras. Hemos estado pensando... ¿de qué sirve todo esto?... mientras las consonantes observaban con rebeldía._Escribimos, sí. Formamos palabras, frases, libros enteros. Pero, ¿cambiamos algo? El mundo sigue girando, las "cosas"no cesan, la gente sigue tropezando con las mismas piedras. ¿Para qué tanto esfuerzo si al final, solo somos letras?"
Un murmullo de aprobación recorrió el estante. La E, siempre práctica, añadió: "Es cierto. Nos esforzamos por ser claras, por transmitir ideas, pero ¿quién nos escucha realmente? El Lector... viene, nos mira, a veces nos subraya, pero luego vuelve a su vida. ¿Le importamos de verdad?"
Éste loco librero y bibliotecario que había sido de todo en su vida y a la misma vez nada se sentó en su viejo sillón, con la mirada perdida entre los anaqueles. "Entiendo su frustración", dijo. "Es una pregunta que muchos se hacen, y no solo ustedes. Pero déjenme contarles algo sobre el Lector."
En ese instante, un joven, con el ceño fruncido y una mochila al hombro, entró en la librería... era un ser de otro plano que se convirtió por ese instante en lector, y como por arte de magia, las letras se silenciaron, observándolo desde sus puestos.
El Lector misterioso se detuvo frente a una estantería llena de poesía. Sus dedos recorrieron los lomos, buscando algo. La I, delgada y curiosa, se estiró un poco para verlo mejor.
"Mira", susurró la P, con un punto de melancolía, "está buscando algo que lo distraiga de su rutina, supongo. Un pasatiempo."
El Lector sacó un pequeño volumen. Sus ojos, antes apagados, comenzaron a brillar al leer las primeras líneas. La U, con su forma de copa, sintió una pequeña sacudida...y derramó toda sabiduría...
"¿Qué está leyendo?", preguntó la S, con curiosidad.
"Son versos de amor", respondió con una sonrisa. "Versos que hablan de un amor perdido, de la nostalgia de tiempos idos."
El Lector leyó y releyó un pasaje, sus labios moviéndose en silencio. Una lágrima solitaria rodó por su mejilla. Las letras observaron, sorprendidas.
"¿Por qué llora?", preguntó la R, que siempre había creído en la lógica fría.
"Porque esas palabras", explicó este ser "esas palabras que ustedes formaron, resuenan en su propio dolor. Le recuerdan un amor que él también perdió. Y al ver que no está solo en su tristeza, siente un pequeño alivio."
El Lector cerró el libro, lo apretó contra su pecho y suspiró. Luego, con una sonrisa tenue pero genuina, se acercó al librero y contó su historia de la vida anterior susurrándole al oído.Luego siguió:
"Gracias", dijo el Lector. "Justo lo que necesitaba."
Cuando el Lector se fue, el silencio en la librería o biblioteca era diferente. Ya no era un silencio de resignación, sino de asombro.
"Yo sé escribir", dijo la T, con una nueva firmeza en su voz. "Y es verdad, quizá no voy a cambiar el mundo. Pero, ¿quién te dice que no puedo cambiar un corazón, aunque sea por un instante?"
La A asintió, su forma piramidal pareció alzarse un poco más. La O ya no sonaba cansada.
"Quizá no detengamos las guerras", dijo la M, con su figura sólida. "Pero podemos dar consuelo. Podemos hacer que alguien se sienta menos solo."
La N, recta y decidida, añadió: "Podemos encender una chispa de esperanza, recordarles la belleza de la vida, incluso en los momentos más oscuros."
El librero observó a sus letras, que ahora brillaban con una luz propia. Sabía que su labor, la de juntar esas letras para formar historias, era más importante de lo que a veces parecía. Porque las palabras, incluso las más humildes, tenían el poder de tocar el alma humana, de tejer puentes invisibles entre corazones y de recordarnos que, en el vasto universo, no estamos tan solos. Y aunque solo fuera por un momento, eso ya era, en sí mismo, un pequeño pero significativo cambio en el mundo.
Fue cayendo el atardecer que todos entraron de nuevo a sus nichos,tumbas,parcelas.
Sabiendo que mañana por ley de vida otro niño nacería y sería otra letra y otro verbo hecho sujeto sin saber lo que vendría.
Comentarios
Publicar un comentario