a los que someten... sometidos.
En el nido de un cristal irreconocible cúpula y fulgor,
las rapaces alzan su grito y su color.
Con garras de acero y mirada sagaz,
vigilan el llano, su vasta verdad.
Se posan soberbias en muros antiguos,
donde el eco de leyes se vuelve mendigo.
Sus plumas, medallas de asqueroso poder,
ocultan los nidos que van a joder.
La presa, el rebaño que pacientemente cree,
en la sombra de reglas que solo alzan su pie.
Confía en el pacto, en la voz que promete,
mientras garras y picos el aire somete.
Mas el cielo no olvida, la brisa no cede,
y el trino del ave pequeña se expande.
Un murmullo incipiente, de alas que baten,
contra el viejo dominio que cumbres abaten.
Quizás un día el nido, ya no de cristal sino de verdades,
refleje la luz, no la sombra fatal.
Y las aves, desnudas de plumas de antaño,
comprendan que el vuelo es de todos, sin daño.
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